NADA VOLVERÁ A SER LO MISMO

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Lula ha delegado la misión de hablar en nombre del Gobierno ante la tragedia del Sur en un político leal, pero sin una prueba real en el Ejecutivo. ¿Podrá Pimenta hacer el trabajo?

El drama en Rio Grande do Sul continúa y cada día está más claro que el drenaje de las aguas que cubren gran parte de las zonas bajas del estado, próximas a la capital Porto Alegre, no significará el fin de la tragedia. Al contrario. Sólo marcará el comienzo de un proceso de reconstrucción lento, doloroso y costoso. La semana pasada, un cálculo apresurado publicado en este espacio mencionaba la necesidad de al menos 100.000 millones de reales para recuperar las infraestructuras destruidas por la inundación y dejarlas en condiciones mínimas de uso. La realidad, sin embargo, sugiere que se necesitará mucho más.

Los 100.000 millones de reales mencionados, de hecho, ni siquiera servirán para empezar la conversación, y tan importante como el dinero disponible será cómo se utilice. Las cuestiones relativas a los recursos y a su utilización deben abordarse ahora. La primera es: ¿dónde y cómo se encontrarán los fondos necesarios? La otra es: ¿cómo se definirán las prioridades para reconstruir las infraestructuras del Estado?

Las respuestas a estas preguntas no son fáciles. Sólo deben obtenerse a partir de análisis sensatos, basados en datos técnicos coherentes e información transparente y fiable que se comparta con todos. Toda precaución es poca y no debe eliminarse ninguna posibilidad. No hay ninguna fuente que pueda garantizar todo el dinero que se necesitará para reconstruir lo destruido. En lo que respecta a los servicios públicos, se necesitarán recursos privados para reconstruir lo que ya se ha entregado al sector privado, así como dinero público del gobierno federal, del estado y de los municipios de Rio Grande do Sul.

En este caso, hay varias alternativas posibles.

Una sería emitir bonos de deuda pública, cuyo producto se destinaría específicamente a ayudar al Sur. Utilizado con discreción, este mecanismo tendría un impacto relativamente discreto en la relación entre la deuda y el PIB y no provocaría, en sí mismo, un desajuste de las cuentas públicas capaz de tener un impacto significativo en la inflación.

Según el Banco Central, la Deuda Neta del Sector Público se sitúa actualmente en torno a los 6,7 billones de reales. En un escenario como éste, 100.000 millones de reales más significarían un impacto discreto del 1,5% sobre el total, dinero que podría diluirse en poco tiempo con la reducción gradual de los tipos de interés.

Por heterodoxa que sea, esta maniobra sería perfectamente justificable dada la emergencia que hay que afrontar. Esto significa que, además de la ya anunciada suspensión por tres años del pago de la deuda del Estado al Gobierno Federal y de otras medidas ya anunciadas por el Planalto, hay varias medidas de impacto que pueden tomarse para acortar el sufrimiento de los habitantes de Rio Grande do Sul.

El problema no es recaudar dinero para el Sur, sino el precedente que esto podría sentar. Como ya es tradición en Brasil, por donde pasa un buey puede pasar otro, y el mismo instrumento utilizado para salvar al estado que estaba prácticamente sumergido puede ser reclamado en cualquier momento por otros estados a la menor señal de dificultad. Sea como fuere, y por urgente que sea discutir una solución para reconstruir el estado, nada se resolverá antes de que se elimine el lodo que cubre gran parte de las ciudades de Rio Grande do Sul.

Según una encuesta publicada el jueves pasado por el diario Zero Hora de Porto Alegre, no menos de 460 de los 497 municipios del estado han sufrido daños – algunos más, otros menos graves – como consecuencia de las lluvias e inundaciones. Más de 150 personas han muerto y al menos 90 están desaparecidas. Más de 538.000 personas han sido desplazadas y 72. 

000 viven en refugios precarios, sin contar los miles que se han quedado con familiares, amigos o vecinos por solidaridad.

Hasta el jueves pasado, había unos 240.000 domicilios en todo el estado sin suministro eléctrico y más de 150.000 hogares sin servicios de agua y alcantarillado en funcionamiento. El viernes por la mañana había 49 barricadas en las carreteras de Rio Grande do Sul, lo que dificultaba enormemente la circulación de personas y mercancías por el estado. ¿Es o no es suficiente para justificar una acción más enérgica para obtener los recursos?

NUEVA ORLEANS – La insistencia en describir los daños causados por una tragedia que hace más de dos semanas que no sale de los programas de televisión ni de las páginas de los periódicos sólo tiene sentido para reforzar lo que ya sabemos: las soluciones no serán fáciles. Nadie podrá salvar a Rio Grande do Sul de las dificultades que le esperan si las personas implicadas en este trabajo -especialmente las autoridades- sólo están interesadas en limpiar su propio patio trasero y no les importa si el de su vecino está hecho jirones.

Lo ideal sería que, en un momento tan grave como éste, todos se unieran en torno a un mismo propósito y trabajaran para resolver los problemas que afligen a los habitantes de Rio Grande do Sul, en lugar de intentar sacar rédito político de las medidas que se tomen ahora.

Trabajo no falta. El esfuerzo para que el estado vuelva a funcionar será gigantesco. El primer paso será agotar todos los esfuerzos posibles para localizar a los desaparecidos, con la esperanza de encontrarlos con vida.

Al mismo tiempo, será necesario retirar el lodo que cubre gran parte de las ciudades de Rio Grande do Sul.

También será necesario recoger los restos de animales putrefactos que ya empiezan a desprender un olor nauseabundo en varias partes del estado, para asegurarse de que las personas estén a salvo de la contaminación por las enfermedades que surgen en situaciones como ésta y, sólo después de eso, hacer un balance de la magnitud de los daños.

Habrá que tomar medidas importantes que, al principio, ni siquiera pasan por la mente de quienes se conmueven por la tragedia. Una de ellas, por ejemplo, será recoger y eliminar los miles y miles de coches, camiones y tractores inutilizados por la riada. Si se abandonan y se tiran en cualquier sitio, el aceite y otros líquidos del motor podrían filtrarse y contaminar aún más un suelo que, incluso sin más agresiones, ya tendrá dificultades para recuperarse.

Por supuesto, hará falta mucho más que eso y el esfuerzo tendrá que ser realizado tanto por el sector público como por el privado. Será obligatorio reconstruir hospitales, restaurar el aeropuerto Salgado Filho, repavimentar las carreteras dañadas y, en la medida de lo posible, restaurar todo lo que fue arrasado – un trabajo que podría llevar años.

Será necesario reconstruir un nuevo Estado sobre los escombros de lo que fue arrasado. Esta reconstrucción, si se gestiona bien, puede dar lugar a oportunidades para arreglar lo que no funcionaba bien y mejorar lo que ya funcionaba. Pero si se gestiona con prisas, podría empeorar aún más las cosas y traer de vuelta problemas que ya no formaban parte de la rutina de los gauchos.

No será fácil y el mundo ofrece ejemplos de las dificultades que esperan a la población. La reconstrucción del centro histórico de la ciudad norteamericana de Nueva Orleans, destruido en 2005 por el viento y las inundaciones causadas por el huracán Katrina, por ejemplo, se prolongó durante más de una década – a pesar de que Estados Unidos es un país mucho más rico, más organizado y menos burocrático que Brasil.

Y a pesar de que la zona afectada estaba mucho más concentrada que Rio Grande do Sul.

Aun así, fue difícil ponerse de acuerdo sobre lo que debía empezar primero y lo que tendría que esperar un tiempo. Es más, seis o siete años después del Katrina, todavía quedaban marcas de su paso en las orillas del río Misisipi y en otros lugares de la ciudad. ¿Y en Rio Grande do Sul?

Es demasiado pronto para hacer predicciones, pero las primeras impresiones no son alentadoras. En lugar de la unidad de propósitos necesaria para aliviar el sufrimiento de los que lo han perdido todo y acelerar la reconstrucción de un Estado que necesita volver a trabajar y caminar con sus propios pies, lo que vemos es la práctica abierta de maniobras políticas destinadas a sacar provecho de la catástrofe.

FRENTE MULTIPARTITO – Dicho todo esto, vayamos a los hechos políticos que rodean la situación. Si la intención del presidente Luiz Inácio Lula da Silva al crear la Secretaría de Apoyo a la Reconstrucción de Rio Grande do Sul -que tendrá rango de ministerio y será la 39ª cartera de su gobierno- era señalar que el Planalto está atento a las aflicciones del pueblo de Rio Grande do Sul en este momento de tragedia, confiar esta misión al ministro Paulo Pimenta puede exigir cierta cautela. Su falta de experiencia en asuntos relacionados con el lado más espinoso de la administración pública podría considerarse una desventaja para el cargo.

El nuevo ministro es natural de Rio Grande do Sul y un veterano de la izquierda de su estado. Es un político de carrera y nunca ha intentado ocultárselo a nadie. Desde 1988, cuando se convirtió en concejal de la ciudad de Santa Maria, con sólo 23 años, nunca ha dejado su cargo. Siempre ha sido diputado, con la excepción de los dos años que pasó como teniente de alcalde de su pueblo natal, Santa María, entre 2001 y 2002.

legido por primera vez en 2002, cumpliría ahora su sexto mandato consecutivo como diputado federal si Lula no le hubiera pedido que se uniera a su equipo como ministro de la Secretaría de Comunicación Social de la Presidencia de la República. Periodista de formación y orador elocuente, en realidad no ha tenido ninguna experiencia administrativa en su carrera que hubiera estimulado la aceptación inmediata de su nombre para asumir un cargo delicado y exigente como el de la reconstrucción de Rio Grande do Sul.

JAQUE ROJO – Este es el punto que importa. Al elegir a un político con el perfil de Pimenta para dirigir el nuevo ministerio, Lula puede haber intentado resolver dos problemas de un solo plumazo. En primer lugar, ha colocado un nombre de su absoluta confianza en un ministerio que tendrá un presupuesto muy generoso, capaz de despertar la codicia de cualquiera. Además, ha dado visibilidad a un correligionario que, si lo hace bien en el puesto, podría llenar un vacío del que carecía su partido en el sur del país. Un nombre en condiciones de optar al Gobierno estatal en 2026. Que esto funcione o no dependerá únicamente de la capacidad de Pimenta para encontrar las respuestas adecuadas al desafío que tiene por delante.

Sin sorpresas por parte del presidente. Así es Lula. No es la primera vez que actúa como si la creación de un ministerio fuera suficiente para resolver un problema complejo. Durante la campaña electoral de 2022, el entonces candidato presentó la creación de lo que llamó, en aquel momento, «Ministerio de los Pueblos Originarios» como solución a la tragedia que vivían los indígenas de la nación yanomami.

Cuando fue elegido, cumplió su promesa y nombró a Sônia Guajajara para dirigir la oficina, que pasó a llamarse oficialmente Ministerio de los Pueblos Indígenas.

Los resultados del trabajo de la ministra han sido decepcionantes y ha llamado más la atención por cubrirse la cabeza con un tocado más vistoso en cada ceremonia a la que asiste que por resolver los problemas que se le encomiendan. En el caso concreto del pueblo yanomami, la situación incluso ha empeorado con el actual gobierno. En 2023, primer año de Lula, la malaria, la desnutrición y las enfermedades causadas por la contaminación causaron más muertes entre los yanomami que en 2022, último año de Jair Bolsonaro.

En cuanto al ministerio confiado a Pimenta, todo lo que se puede decir ahora es que la misión será difícil. De entrada, exigirá competencia técnica y sensibilidad administrativa en dosis suficientes para priorizar el uso de unos recursos que, por abundantes que resulten, podrían desaparecer junto con las aguas del Guaíba si no se utilizan con criterio. En este escenario, el ministro ya se estrenó en el cargo, dando pie a críticas de sus adversarios que sólo el tiempo dirá si tienen sentido o no.

En la ceremonia celebrada en el auditorio de la Universidad de Vale do Rio dos Sinos, en São Leopoldo, el miércoles pasado, cuando Lula anunció los programas de primeros auxilios para Rio Grande do Sul, todos los presentes, empezando por el Presidente de la República, llevaban discretos blazers o chalecos de la Defensa Civil de Rio Grande do Sul. Este, por razones justificadas, se ha convertido en el uniforme de trabajo del Gobernador Eduardo Leite desde que comenzó la tragedia.

Pimenta, en cambio, se presentó con una chaqueta roja -el color de su partido- que contrastaba con la sobriedad que exigía el momento. Era como si se hubiera vestido para una fiesta de boda. Además de elegir un atuendo inapropiado para el momento -pero perfectamente adecuado a sus propósitos de enviar un mensaje político-, el ministro fue acusado de exagerar el tono de su discurso.

Para muchos, su exaltado discurso parecía más propio de una campaña electoral que de una reunión destinada a encontrar soluciones a la tragedia que afecta a cientos de miles de personas.

Sea como fuere, lo cierto es que hará falta mucho más que una chaqueta roja para convertir a Pimenta en un candidato viable a la gobernación de Rio Grande do Sul. Del mismo modo, el traje no bastará para hacer inviables sus pretensiones.

TÉCNICO Y PLURAL – La trayectoria del partido en el estado no es la más cómoda – sobre todo porque no se ha mostrado capaz de aprovechar las oportunidades que ya le han dado los electores de Rio Grande do Sul. Por no hablar de las marcas negativas dejadas por Olívio Dutra, que gobernó el estado entre 1999 y 2003, la presencia más reciente de Tarso Genro en el Palacio Piratini, entre 2011 y 2015, también causó severos arañazos a la reputación del partido en las pampas.

Y el PT lo ha pagado en cada elección desde entonces. En la segunda vuelta de las presidenciales de 2022, por citar solo un ejemplo de fragilidad electoral, Lula obtuvo el 43,65% de los votos en el estado, mientras que su adversario Jair Bolsonaro se hizo con nada menos que el 56,35%.

Sea como fuere, se trata de un problema secundario. Si Pimenta, contra todo pronóstico, realiza una actuación técnica y plural al frente del nuevo ministerio y deleita a los riograndenses con acciones que aceleren el fin de sus males, nada más justo que darle la oportunidad de gobernar Rio Grande do Sul.

Si, por el contrario, favorece sólo a sus aliados y perjudica a todos los demás, anula la autoridad del gobierno local y toma medidas que no significan sumar, sino dividir los esfuerzos y los recursos puestos a disposición para salvar el estado, sólo estará dando la razón a sus críticos y prolongando el sufrimiento del pueblo. Lo que, en este caso, en vez de sumar, negará al PT y a sus candidatos votos que podrían hacer toda la diferencia en las elecciones de ahora en adelante.

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